viernes, 4 de julio de 2008

El cuidado de la paz y la violencia inevitable en la narrativa de Patricio Manns por Dra. Estela Saint André

Dra. Estela Saint André
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes
Universidad Nacional de San Juan

Quien olvida prepara todas sus derrotas futuras
Patricio Manns. Diversos Instantes…

Patricio Manns gesta una novelística combativa a la tiranía que lo expulsa. Vuelto a Chile, en las novelas presentadas durante la democracia, es posible rastrear distintas categorías de exilio que marcan una distancia entre el exilado hispano que se dirige a Europa y el exilado europeo que se instala en Hispanoamérica. Algunos de ellos lejos de integrarse a la cultura del país adoptivo, luchan contra él violentamente.
Algunos viajeros que arriban a estas tierras vienen cegados por la prepotencia y la avaricia. Otros se erigen en custodios del país que los acoge y asumen una actitud justiciera. Los nativos también se diferencian. Hay quienes dan lugar a la integración pacífica del recién llegado sin abandonar una actitud vigilante de custodia por lo propio. Hay otros que se mimetizan con el invasor y copian sus perversidades. Novelas como El corazón a contraluz (1998), El desorden en un cuerno de niebla (1999), La vida privada de Emile Dubois (2004), Diversos instantes del reino (2006) son prueba de ello.
Es desde esta perspectiva que leemos sus novelas, valorando la pericia de un narrador estereofónico, que construye y traba discursos políticos, históricos, míticos, etnográficos, amorosos, de género. Efectos de multiplicación, de abismamiento, de recurrencia, de confrontación enriquecen las tramas narrativas y refuerzan tanto la fuerza pragmática como la semántica, rica en las dos isotopías desplegadas, la de la mansedumbre y la de la violencia. Escenifican estas opciones, por ejemplo, en El corazón a contraluz: Drimys Winteri, una selk’nam, (indígena ona según los invasores) en comunión con su espacio y tiempo, sin clima ni intemperie que la arredren, valiente pero no beligerante y el ingeniero rumano Julio Popper, un europeo argentinizado, un judío renegado, refugiado en el sur argentino al que la junción ambición de poder y oro vulnera y degrada porque es incapaz de lograr alguna integración con los hombres, la cultura, la tierra, el espacio y el tiempo.
En confrontación con esta propuesta, los habitantes del pueblo Muerteputa esperan pacientes que el Desertor decida deponer la agresión y acatar el orden que han sabiamente instituido en Diversos instantes del reino, la última novela de Patricio Manns. A ella nos dedicamos porque observamos una síntesis excelente de estas preocupaciones. Es la reescritura de Actas de Muerteputa (1982).
Juan Armando Epple[1] dice, refiriéndose a la novela De repente los lugares desaparecen del mismo autor:

Puede leerse como un texto de anticipación o uno de aventuras; como una historia de amor o como una novela de crítica política (que cuestiona ácidamente la impunidad con que materializan sus actos ilícitos, inmorales, los detentores del poder). Porque las palabras claves del libro, las que mejor lo definen, atañen a la cuestión moral de la impunidad, de lo impunito, de lo que –aparentemente– no se puede punir. (p. 124).

Esta propiedad multimodal tienen los escritos mannsianos; en la primera lectura, la fábula parece llevarnos a un pasado de atropellos que comienzan con la colonización y el vasallaje de los pobladores originarios y continúan a lo largo de los siglos con otras invasiones y violaciones de los derechos humanos con otras excusas y medios que no disfrazan la avidez económica y la impunidad con que pretenden actuar. Cuando meditamos la propuesta, las amenazas de invasión y los instructivos para defenderse cobran repentina actualidad y se disparan a un futuro inminente o mediato que exige valores para reforzar y estrategias sagaces para vencer.
Sus tramas son siempre de confrontación. En este caso, una sociedad milenaria observa la llegada de un advenedizo uniformado. Dos partes tiene la obra: Cuando apareció y Cuando se fue, subdivididas por capítulos titulados.
En un esfuerzo deliberado por descolonizar el conocimiento Manns registra sucesos que ocurrieron, ocurren y ocurrirán en lo que Pratt denomina “zonas de contacto”, es decir, en “espacios sociales en los que culturas dispares se encuentran, chocan y se enfrentan, a menudo en relaciones de dominación y subordinación fuertemente asimétricas”[2].
El caso es que este encuentro no sorprende a los madreputenses. Los más antiguos de los antiquísimos antiguos (p. 13) les han enseñado a estar en guardia.
La narración opone un narrador plural, un nosotros, colectivo abrazador de todas las edades, géneros y ubicación dentro de la comunidad, a otra voz en primera persona, soliloqueante y desarticulada que pertenece al recién llegado. Hay una interrelación dinámica entre el discurso ajeno monológico y el propio dialogal que enuncia desde un contexto transmisor aunado.[3]
Desde un punto de vista fluctuante, el narrador plural cambia las perspectivas y los registros discursivos pasando con total naturalidad de una escasa relación de acciones al modo descriptivo que es el predominante en la trama y al registro de la idiosincrasia de la cultura que todos respetan, menos el recién llegado. El nosotros enunciador sostiene en “una sola voz” la manera en que se desarrollan los hechos. El consenso es absoluto pero también las prácticas de la vigilancia. Expertos en “ver” y “conocer” a la vez aúnan esta fuerza con la de saber comunicarse entre ellos y su jefe. Estos valores sabios posibilitan que los registros descriptivos de la naturaleza aliada y del emplazamiento ciudadano sean leídos con expectación, con suspenso por parte del lector.
Colabora con la eficacia narradora el hecho de que la trama comience develando el desenlace de la situación: alerta del pueblo ante la llegada del invasor. Sabemos desde el primer párrafo que éste ha sido justicieramente exterminado hace tres lunas, después de muchos intentos de conciliación y como resultado de un crimen aberrante del forastero. El relato lineal que continúa reúne las estrategias pasivas y amigables primero, defensivas y agresivas después para repeler el intento de dominación.
Mientras la geografía de El corazón a contraluz muestra la forma en que el invasor sobreinscribe sus marcas en un lugar que ya poseía las grafías propias del pueblo selk’nam, en Diversos instantes del reino los nativos se muestran idóneos en la defensa de su lugar, la comunidad y su etnicidad. La memoria de las invasiones sólo los enriquece porque los advenedizos no pudieron saquear, sino que dejaron además de sus despojos, la sabiduría y la confianza en la defensa.
El sitio de pertenencia, el lugar de los ancestros es tan conocido, respetado y valorado como la comunidad y el sí mismo. Sus habitantes están precavidos de los riesgos que vienen del mundo exterior pero no lo excluyen y están capacitados para salir de su ámbito y volver no sólo sin peligro de quiebre comunal, sino también reforzados en la valoración de lo propio.
En este sentido, mientras el pueblo emisor del relato tiene una relación armónica con su lugar, conocimiento del afuera (el llano / el Delta, por donde ingresa el peligro), el Desertor siente el alejamiento como un dolor, lo que dificulta su sentido de identificación con el espacio externo (y también con su interioridad).
El lugar defendido es por un lado un emplazamiento geográfico amado y conocido, pero también es tiempo transcurrido, conocimiento adquirido, historia respetada y permanentemente recordada, amasada desde lo propio de cada individuo que junto con los demás constituyen una cultura. El lugar en donde esta comunidad vive (en el presente del enunciado) está marcado por las reglas sociales y las políticas culturales que conforman su historia de vida. Muerteputa no es sólo un lugar físico, separado del yo de sus habitantes, sino un lugar inclusivo (la suma de geografía + acciones, sentimientos, experiencias, costumbres y objetivos) que conforma al actante colectivo. Si la identidad personal es el resultado del lugar de donde uno es, y el lugar, a su vez, está adherido tanto al yo físico como a la conciencia del yo, estos habitantes-vigías, conocedores de su historia, aunados y autosuficientes han alcanzado la máxima plenitud. Se llama al pueblo Muerteputa no por un acto fundacional extranjero, sino porque esto es lo que gritan los primeros invasores al huir y decidieron llamarla así para perpetuar el carácter atroz de la lección suministrada a los agresores (p.21). En oposición, el Desertor, como han convenido llamarlo, es un ser ambiguo, uniformado, sin referentes históricos, culturales, geográficos, arrojado a un lugar que no conoce ni quiere conocer, en un constante movimiento errático que lo lleva cada vez más lejos (más afuera) de su propio lugar. El único lazo, doloroso e infantil, es con la madre, y ha sido víctima de un patriarcado opresor y violento, del que hereda sus estrategias.
Según Bourdieu[4] el habitus hace la habitación. Para este ensayista, el habitus se constituye a partir de un movimiento que va en un primer momento desde lo social hacia la conformación de normas internas, y, en un segundo momento, desde el interior (desde el lugar/habitación propio) hacia el exterior. De esta manera el hombre re-externaliza el habitus poniéndolo otra vez en el mundo. En este sentido, la comunidad ha constituido su habitus con una aceptación total de lo comunitario y su habitación (como él mismo) lleva la marca de sus hábitos y es por eso, entre otras cosas, que los habitantes de Muerteputa son tan eficientes, plenos y capaces de desplazarse dominando el lugar y el cuerpo en los tres ejes básicos de la corporeidad humana: la verticalidad (arriba-abajo), la frontalidad (delante-detrás) y la horizontalidad (derecha-izquierda). La ausencia de estas capacidades en el Desertor tiene para él resultados funestos.
Casey[5] analiza la forma en que los lugares escriben en nuestros cuerpos y menciona dos procesos básicos relacionados con la tenacidad y la sujeción que provocan un efecto-lugar que se adhiere y perdura (aunque físicamente el sujeto se aleje del lugar que lo ha moldeado). Este efecto-lugar permanece dentro del sujeto como un estado virtual listo para reaparecer cada vez que un suceso provoca su evocación. La tenacidad es definida como la marca que el lugar inscribe en una persona. La sujeción se relaciona con el hecho de que no sólo construimos el lugar donde elegimos vivir sino que somos sujetos “de” un lugar o, sujetos “a” un lugar. Esa sujeción deviene de la docilidad (con que permitimos que el lugar nos conforme) y de la apreciación positiva, si lo disfrutamos, o negativa, si lo sufrimos. Ambos procesos –de sujeción y tenacidad– están relacionados con los cambios que el lugar provoca en el sujeto. Es en este sentido que se puede decir que “somos el lugar”, en tanto éste está dentro de nosotros sujetándonos.
Los dos actantes: pueblo e invasor están marcados por ese efecto-lugar. El pueblo defiende con tenacidad el lugar elegido y disfrutado. El invasor ni siquiera lleva consigo marcas del suyo, como no sean las de la agresión que lo conformó y con la que se identificó.
Muerteputa se constituye en un espacio que además de lo humano, como centro del mundo, como eje axial, convoca la unión con fuerzas sobrenaturales, mágicas, que con la mediación del Jefe-chamán Caxicóndor colaboran en la victoria. Es lo que Mircea Eliade[6] llama espacio sagrado, un lugar sacralizado, pero con la salvedad de que Manns sacraliza la memoria, la autoridad asumida por el conocimiento del pasado y consensuada por todos.
Es fácil leer en la novela las cualidades de esta comunidad y compararlas con los errores que nosotros, los latinoamericanos, hemos incurrido al construir las nuestras. La novela motiva así la necesidad de fijar objetivos a cumplir en el futuro si queremos sobrevivir dignamente. Manns noveliza aquello que Arturo Roig[7] predica acerca del nosotros latinoamericano, el de reconocernos como “un ente histórico cultural en el que tanto peso tiene el ser como el deber ser” y practica “el ponernos a nosotros mismos como valiosos” hegeliano desde un determinado “horizonte de comprensión” condicionado por la historia vivida. La novela demanda al pueblo sentido de integración a la comunidad, comunicabilidad, tolerancia, generosidad, seguridad indescriptible, eficacia en la defensa, vigilancia, conocimiento del pasado, confianza en los triunfos futuros, pacificación interna y anfitrionalidad. Los muestra manufactureros, autosuficientes, jolgoriosos, buenos amadores. Y capaces de engendrar por consenso una forma de vida justa para todos con leyes propiciatorias e incluyentes.
Los lectores nos quedamos apesadumbrados reconociendo nuestras fracturas sociales, la desconfianza en los otros ciudadanos, los sentimientos de no pertenencia o de exclusión, la abigarrada e insoportable multiplicación de discursos contradictorios y desalentadores, la impotencia de creer y de confiar en los que saben y mucho menos en los que conducen, la fantasía de que otras culturas son mejores que las nuestras, el desapego a nuestras profesiones u oficios por irrelevantes…En este caso, frente a Muerteputa, a contraluz, leemos el fracaso de las comunidades que conformamos y una propuesta de reparación de las mismas para volverlas suficientes y amparadoras.
Los “diversos instantes” están constituidos por tríadas que tienden a repetirse: períodos pacíficos, de crecimiento y enseñanza, otros de amenaza y espera de resolución pacífica de la invasión y por último, inevitablemente, la confrontación y el castigo del Desertor.
La búsqueda propiciada es la de la vida plena y mansa. Muchas son las instancias de adoctrinamiento y persuasión de quien amenace con guerra. Si esto no es suficiente, el uso de la violencia escarmentadora está francamente legitimado y celebrado.
¿ Y por qué del reino? Ya Alejo Carpentier narró El reino de este mundo y situó las acciones en una permanente lucha por conseguir la libertad siempre amenazada por los ávidos pretendientes del poder. Lo hizo desde la perspectiva del esclavo Ti Noel que muy a su pesar y viejo de años incontables vuelve a la defensa de su Haití porque comprende que la misión del hombre en el reino de este mundo es imponerse Tareas[8]. El reino de Manns es el de la comunidad digna y justa donde cada uno consigue su pan y su sosiego y donde todos juntos, aunados defienden la dignidad conseguida.
Las historias que narran sus novelas sin embargo no sólo relatan ires y venires de hombres y mujeres de un sitio a otro y defensa del terruño. Los “andadores” son también las palabras, los textos, ya que para Manns “...el mundo entero es un libro. Hay que aprender a leer en ese libro”[9]. Y la Literatura “es una función de la realidad”[10] y descuenta que sabemos que “la realidad suministrada por los sentidos es la realidad aparente, y no la realidad real.[11]
Por eso, su novela, su literatura es el águila que sueña pero que puede abrir los ojos y sumarse a la pelea para defender a la aldea. Es entonces cuando advertimos que hay una propuesta filosófica latiendo en estas fábulas que parecen narrar hechos perdidos en el tiempo, pero que pacífica o violentamente se actualizan y miran el futuro con expectativas pero en guardia.


BIBLIOGRAFÍA

Bourdieu, P. Campo de poder y campo intelectual. Buenos Aires: Folios, 1983.
Carpentier, Alejo. El reino de este mundo. Montevideo, Arca, 1966.(Primera edición en 1949)
Casey, Edward S. “Body, Self, and Landscape: A Geophilosophical Inquiry into the Place-World.” In Paul C. Adams, Steven Hoelscher and Karen E. Till, eds., Textures of Place: Exploring Humanist Geographies. Minneapolis: U. of Minnesota P, 2001.
Epple, Juan Armando. “Post-Modernismo: Una poética desde el tercer mundo (Conversación con Patricio Manns)”. En Confluencia. Revista Hispánica de Cultura y Literatura 8 1 (1992): 123-35.
Manns, Patricio. Actas de Muerteputa. Santiago de Chile: Ediciones Emisión, 1982.
Manns, Patricio. Actas del Bío-Bío. 2ª Edic. Madrid: Edic. Michay, 1988.
Manns, Patricio. De repente los lugares desaparecen. Santiago de Chile: Ediciones LAR, 1992.
Manns, Patricio. El desorden en un cuerno de niebla. Buenos Aires: Emecé, 1999. (1ª Edic.1994)
Manns, Patricio. La vida privada de Emile Dubois. Santiago de Chile, Alfaguara, 2004.
Manns, Patricio. Memorial de la noche. Buenos Aires: Sudamericana, 1998.
Manns, Patricio . Diversos instantes del reino. Santiago de Chile, Alfaguara, 2006.
Pratt, Mary Louise. Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1997.
Roig, Arturo. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México, FCE, 1981
Voloshinov, Valentín Nikólaievich. El marxismo y la filosofía del lenguaje. (Los principales problemas del método sociológico en la ciencia del lenguaje). Madrid: Alianza, 1992.


[1] Epple, Juan Armando. “Post-Modernismo: Una poética desde el tercer mundo (Conversación con Patricio Manns)”. En Confluencia. Revista Hispánica de Cultura y Literatura 8 1 (1992): 123-35
[2] Pratt, Mary Louise. Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997, pp.20-1. (Primera edición en inglés 1992)
[3] De acuerdo con Voloshinov, Valentin Nikólaievich. El marxismo y la filosofía del lenguaje. (Los principales problemas del método sociológico en la ciencia del lenguaje). Versión española de Tatiana Bubnova. Prólogo de Iris Zavala. Madrid: Alianza, 1992: “el discurso ajeno y el contexto transmisor no son más que los términos de una interrelación dinámica. Ésta, a su vez, refleja el dinamismo de la orientación social recíproca de las personas en el proceso de la comunicación ideológico-verbal (dentro de las tendencias firmes y estables de la comunicación, por supuesto.)” (p. 160).

[4] Bourdieu, P. Campo de poder y campo intelectual. Buenos Aires: Folios, 1983, p.67.
[5] Casey, Edward S. “Body, Self, and Landscape: A Geophilosophical Inquiry into the Place-World.” In Paul C. Adams, Steven Hoelscher and Karen E. Till, eds., Textures of Place: Exploring Humanist Geographies. Minneapolis: U. of Minnesota P, 2001. 403-25
[6] ELIADE, Mircea. Lo Sagrado y lo Profano. España, Paidós, 1998 (1957)

[7] ROIG, Arturo.Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México, FCE, 1981, pp.18-23
[8] CARPENTIER, Alejo. El reino de este mundo.Montevideo, Arca, 1966, pp. 131-2
[9] MANSS, Patricio El desorden en un cuerno de niebla,Op. Cit., p. 190.

[10] MANSS, Patricio. El desorden en un cuerno de niebla,Op. Cit., p. 264
[11]MANSS, Patricio. El desorden en un cuerno de niebla,Op. Cit., p.86.

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