viernes, 4 de julio de 2008

“EL CORAZON A CONTRALUZ” por Prof. Eddie Morales Piña

Prof. Eddie Morales Piña
Universidad de Playa Ancha
Como es bien sabido, el prestigio de Patricio Manns como una
figura relevante en el aparecimiento y desarrollo de la nueva canción
chilena, y su innegable fama como compositor e intérprete, lo han hecho
conocido en diversos ámbitos culturales en las distintas latitudes.
Paralelamente, su trabajo como escritor se ha ido consolidando y su obra
narrativa que muestra una consistente evolución literaria, comienza a ser
revalorada a partir de sus recientes novelas, entre las que destaca la obra
que ahora presentamos y que nos sorprendió como lectores desde el
primer momento de su lectura. Según el crítico chileno Juan Arando
Epple, “la obra de Patricio Manns se ha ido expandiendo en ciclos que
indagan por el destino americano”. Para Epple es posible distinguir tres
ciclos en la producción textual de nuestro autor, los cuales se encuentran
vinculados a distintas motivaciones intelectuales. El primero de ellos, es
un ciclo de aprendizaje juvenil que inserta en la topografía física y
humana del sur de Chile las claves de un período de la vida nacional en
tensión de cambios; de esta etapa dan cuenta De noche sobre el rastro,
1967, y Buenas noches los pastores, 1972.
Viene luego la escritura de una trilogía vertebrada geográficamente
en los reductos cordilleranos; esto acontece a partir de 1974, en el exilio,
y está destinado este ciclo a rescatar episodios olvidados, marginados o
silenciados por la historia oficial. Es el ciclo de las “actas” que está
formado por Actas de Marusia (1974) –que sirvió de base para la película
de Miguel Littin-, Actas del Alto Bío Bío (1986) y Actas de muerte puta
de 1987. Cabe hacer notar que la recuperación y transgresión del
término acta en los títulos de estos relatos de Manns, es un acierto del
escritor, ya que “alude por una parte a ese tipo de documento fundador,
donde la experiencia inédita se fijaba y oficializaba en la palabra”, y por
otra deviene en texto transgresor de la misma tradición discursiva y en
gesto de recuperación de la perspectiva original del lenguaje, como anota
Epple.
El tercer ciclo está constituido por dos novelas donde la identidad
americana y su problemática inserción en el orden internacional distiende
vínculos dialogantes con otros continentes:
Los lugares también
desaparecen (1992) y El desorden en un cuerno de niebla.
En el año 1997, Patricio Manns nos sorprendió con una hermosa y
excelente novela titulada El corazón a contraluz (Emecé editores). Se
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trata, indudablemente, de un relato que guarda estrechas relaciones con
el proyecto narrativo iniciado en las “actas”, y que se encuentra
caracterizado entre otros rasgos, por el intento de recuperación de
capítulos significativos de nuestra historia, mediante una “ficción que
oscila entre la realidad de la fábula y la fabulación de la realidad”.
El asunto referido en esta novela es el mundo de los confines
australes, el espacio llamado Tierra del Fuego a fines del siglo pasado. Se
trata, por cierto, de un topos literario incorporado al canon de la
literatura nacional a través de los relatos de Francisco Coloane y en
menor categoría estilística por Luis Sepúlveda. La novela de Manns teje
la historia en torno a dos entrañables protagonistas: Julio Popper y
Drimys Winteri, en medio de un espacio dominado por la violencia
ejercida por un heterogéneo grupo de individuos, americanos y europeos,
que motivados por diversas razones, saquean y exterminan las
poblaciones aborígenes y autóctonas del territorio fueguino: los selk’nam,
los yámanas y los tehuelches, que libran una tenaz lucha de
sobrevivencia frente al agresor.
Ambos mundos –el del invasor y el del aborigen-, se encuentran,
como lo decíamos recién, en la relación que se establece entre Julio
Popper y Drimys Winteri; se trata de una relación conflictiva que,
aparentemente presenta El corazón a contraluz como una novela que
relata una historia de amor entre el mítico aventurero rumano y judío
Julio Popper y Drimys Winteri, la india selk’nam. Efectivamente, Popper
es un aventurero rumano, argentino por adopción, geógrafo, políglota,
ingeniero, buscador de oro, prospecto de explorador y bautizador de ríos y
montañas y perseverante exterminador de indios, que lleva como un
estigma su condición de judío, religión heredada, que siente como un
peso. Drimys Winteri, por su parte, aparece configurada como una bella
y joven india ona de pelo blanco, también políglota, ágil y veloz como una
flecha para cazar guanacos y ñandúes, y además como una sabia
chamana, capaz del asombro y del milagro.
Una primera aproximación a la lectura de Manns, pareciera
presentar el discurso en torno a los acontecimientos que atañen a la
pareja de Julio y Drimys, quienes según el relato se encuentran – usando
eufemísticamente el verbo-, forman una pareja fuera de toda convención
y, tal vez por eso, inolvidable. Es cierto que a partir de esta secuencia
temática y sus secuelas, ocurre la proliferación temático-discursiva de la
obra de Patricio Manns, pues la trama esencial de sus vidas –y de este
libro- se entreteje en el sur lejano, en las inmensidades barridas por los
vientos, entre los gélidos canales fueguinos, donde convergen los hombres
blancos, venidos desde distintos lugares de Europa en búsqueda de
inciertas promesas de fortuna y progreso, pero capaces también de
experimentar la ternura y la nostalgia. La ampliación temática permite al
narrador plasmar la historia y los avatares de la vida sentimental de Max
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Popper, el hermano de Julio, o la infancia de éste y su experiencia
europea, como también el pasado de Drimys Winteri.
La ampliación épica de la novela de Manns se debe a la fuerte
personalidad del otro protagonista del relato: el narrador. Este está
caracterizado como una figura que adopta una perspectiva móvil para
articular el discurso que, en un primer momento, como ha anotado
Fernando Moreno, adopta una actitud de investigación objetivada y de
objetividad enjuiciadora. El mismo crítico sostiene que este narrador,
“realizando una labor equivalente a la de un lúcido cronista y con un
discurso que podríamos llamar asociativo y derivativo, (con) su voz
autorial explica, compara, opina, establece enlaces aparentemente
arbitrarios”. De allí que no sólo el libro relata la historia sentimental de
Popper y Drimys, sino que también la extinción de los onas, la historia de
Magallanes, las desventuras del poeta Rimbaud a quien Popper habría
conocido en París, la resurrección de Matyás Corvino (el Grande, rey de
Hungría desde 1458 hasta 1490) como maestro de armas del teniente de
navío argentino Félix Méndez Paz, gobernador de Tierra del Fuego, etc.
El narrador incorpora a la historia, al mismo tiempo, la magia y los
mitos americanos y europeos, estos últimos traídos por el aventurero
Julio Popper que terminan entrecruzándose con las leyendas y mitos de
las tierras de los patagones. Así, no nos sorprende dentro de la
fabulación de la realidad que en el paisaje austral se concretice en una
playa el mito de Fata Morgana.
El narrador lleva el discurso desde una perspectiva didáctica hacia
una irónica y mordaz, donde el lenguaje ocupa una instancia relevante,
como si el autor se complaciera en el tratamiento estilístico del plano
lingüístico. En una entrevista, Manns ha afirmado que en la articulación
de la figura del narrador utilizó “una especie de sucedáneo de ciertos
métodos de Borges”. De este modo, cita fragmentos de un verdadero texto
de Popper publicado en la prensa argentina de la época, pero también
imita su estilo citando otro texto que resulta ser apócrifo, haciendo
imposible “definir cuál es la realidad y cuál es la ficción”.
Decíamos que El corazón contraluz es un relato que comparte, a
su manera, el proyecto narrativo de Patricio Manns inserto en sus
novelas, ya que después de la experiencia de lectura de esta obra se
desprende que el autor “reafirma la necesidad de la memoria y de la
incursión en el pasado para comprender el presente”. Sin embargo, la
novela de Manns no es en sentido estricto una novela histórica, “sino una
intensa epopeya en que se mezclan materiales literarios surtidos”, al decir
del propio escritor. Dentro del programa narrativo de Patricio Manns, el
examinar nuestra historia conlleva a la idea de que la literatura es “una
vía para descubrir lo aún no develado, para dar voz al silencio y alzarse
así contra la indiferencia y los prejuicios”. Se trata, entonces, de ver a
contraluz para descubrir el verdadero ser de las cosas, más allá de las
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apariencias engañosas, accediendo así a la luz. Es lo que le acontece a
Popper en la playa Fata Morgana cuando tiene la revelación de “un
secreto que solamente puede revelarse cada diez milenios por sí mismo”.
El corazón a contraluz llegó precedido por una crítica muy
positiva, pues se publicó la novela primero en francés con el título de
Cavalier Seúl (Caballero solo). La crítica francesa ha dicho de la novela
que es “un libro sin parangón, caótico y formidablemente inspirado, que
va y viene entre la crónica y el lirismo, la razón y la locura”; o que “a los
detalles estrictamente exactos de una biografía feroz, Patricio Manns
mezcla elementos novelísticos, entre ellos el soberbio personaje de Drimys
Winteri, joven india de inolvidable cabellera blanca”. En nuestro país, la
crítica recepcionó y valoró también positivamente el relato del escritor,
confirmando una vez más sus cualidades como creador literario que lo
sitúan como uno de los más destacados narradores chilenos e
hispanoamericanos.
Ciertamente que El corazón a contraluz de Patricio Manns es una
novela a la vez épica y romántica, histórica y fantástica, violenta y
poética; y es también una historia de un amor intenso, magistralmente
escrita. En el contexto de lo que se ha dado en llamar “la nueva narrativa
chilena” de los últimos años, la obra de Manns destaca por su
insuperable belleza discursiva que invitamos a conocer.
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